Medio año después, se levanta el estado de alarma en España

Natacha Maurin

Una calle en Melilla adornada por Ramadán, la última noche de toque de queda (Foto: Miguel González Novo, CC BY-NC 2.0)

Una calle en Melilla adornada por Ramadán, la última noche de toque de queda (Foto: Miguel González Novo, CC BY-NC 2.0)

Después de más de seis meses, el 9 de mayo de 2021 se levantó el estado de alarma en España, devolviendo un aspecto de normalidad al país.

El 25 de octubre de 2020, el Real Decreto entró en vigor, dando el poder de cambiar la ley de manera instantánea tanto al gobierno central como a los gobiernos de las comunidades autónomas para parar la rápida evolución de la crisis sanitaria provocada por la segunda ola de Covid-19 que se extendió por toda Europa en otoño de 2020. 

Entonces, tras un periodo de medio año de fuertes restricciones y control gubernamental en el país, ¿cómo afectará de verdad a la población española el fin de este decreto?

Las dos mesuras más notables que caducan son el toque de queda implementado por todo el país y las restricciones de movilidad entre fronteras, aunque otras mesuras también pueden levantarse. 

Adiós al toque de queda

Al igual que muchos países, España siguió el ejemplo y puso en marcha un toque de queda en otoño que, aunque variaba según la región, obligaba que los individuos permanecieran en el interior de las casas desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana, salvo por razones imprescindibles.

España es un país que prospera por las noches: las plazas se llenan, la gente vuelve del trabajo sobre las siete y cena aún más tarde. Las reuniones sociales solían prolongarse hasta bien entrada la noche y, en la mayoría de los casos, en la calle. Por eso, la limitación de la movilidad nocturna ha trastocado el paisaje social de las ciudades españolas. 

Las calles tranquilas de los últimos meses, sólo visitadas por algunos paseantes con sus perros, los fiesteros extraviados volviendo a casa y de las luces azules parpadeantes de las furgonetas de la policía, volverán a ser las de antes. 

En todo el país, el levantamiento del toque de queda no se ha aplicado de forma coherente. Algunas comunidades, preocupadas por la continuidad de los contagios, han impulsado prórrogas en sus respectivos jurisdicciones. En la Comunidad Valencia y Baleares, por ejemplo, la vuelta a lo que algunos llaman la normalidad tendrá que esperar. 

Para la hostelería, esto ha sido un milagro imprescindible para un sector golpeado fuertemente por el Covid-19. Aunque algunas comunidades como Madrid, con restricciones más laxas, habían permitido que los restaurantes mantuvieran sus puertas abiertas hasta las 11 de la noche, en lugares como Cataluña, los locales cerraron sus puertas a las cinco de la tarde durante muchos meses.

Las fronteras se abren de nuevo

La movilidad entre las distintas comunidades autónomas también se limitó mucho por la mayoría de las regiones bajo el estado de alarma. Esto significa que, sin una razón esencial (una lista de explicaciones que ahora todos conocemos al derecho y al revés) se prohibieron los viajes transfronterizos.

Sin el respaldo legal que acompañaba al estado de alarma, esto también terminará. Y al igual que con el toque de queda, algunos gobiernos siguen preocupándose por lo que esto provocará. Aragón y Galicia han dejado claro que, cuando sea necesario, se llevarán a cabo cierres municipales en caso de  que los números de casos vuelvan a aumentar.

Con la aceleración de la vacunación y el descenso de los casos, la vuelta a la normalidad parece, por fin, al alcance de un país muy castigado por la pandemia de Covid-19.

La primera noche de la nueva normalidad 

A primera hora del 9 de mayo de 2021, los gritos sonaron en toda Barcelona. En las calles se rociaron botellas de cava y los vecinos se bajaron para vivir esta nueva libertad. 

Hay una cierta sensación de comunidad que surge al compartir una experiencia vivida y llegar al fin de ella juntos. A medida que la gente caminaba por las calles, se tenía la sensación de que se habían dejado de lado las convenciones sociales; los saludos ya no estaban reservados para los amigos y el delirio tras 195 días de cierre se extendía a todos.

Poco a poco, Barcelona se saturaba de gente bebiendo, bailando y celebrando. Tal como era de esperar, los festejos se convirtieron rápidamente en un desprecio casi total de todas las restricciones: se quitaron las máscaras y no se mantuvo la distancia de seguridad. La policía dispersó a unas 6.500 personas por las plazas, las playas y los lugares más famosos de la ciudad. 

Queda por ver si esta libertad no es más que otro breve cambio de las restricciones, otra efímera sensación de normalidad; y esta noche sólo un sueño febril.

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